Poemas sueltos, I
Perito en lunas
Poemas sueltos, II
El silbo vulnerado
Imagen de tu huella
El rayo que no cesa
Poemas sueltos, III
Viento del pueblo
Poemas sueltos, IV
El hombre acecha
Cancionero y romancero de ausencias
Poemas sueltos, V
Poemas últimos




CANCIONERO Y ROMANCERO DE AUSENCIAS
(1938-1941)

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      [1]


    Ropas con su olor,
    paños con su aroma.
    Se alejó en su cuerpo,
    me dejó en sus ropas.
    Luchas sin calor,
    sábana de sombra.
    Se ausentó en su cuerpo.
    Se quedó en sus ropas.


      [2]


    Negros ojos negros.
    El mundo se abría
    sobre sus pestañas
    de negras distancias.
    Dorada mirada.
    El mundo se cierra
    sobre sus pestañas
    lluviosas y negras.


      [3]


    No quiso ser.

    No conoció el encuentro
    del hombre y la mujer.
    El amoroso vello
    no pudo florecer.
    Detuvo sus sentidos
    negándose a saber
    y descendieron diáfanos
    ante el amanecer.
    Vio turbio su mañana
    y se quedó en su ayer.

    No quiso ser.


      [4]


    Tus ojos parecen
    agua removida.
    ¿Qué son?

    Tus ojos parecen
    el agua más turbia
    de tu corazón.
    ¿Qué fueron? ¿Qué son?


      [5]


    En el fondo del hombre
    agua removida.

    En el agua más clara
    quiero ver la vida.

    En el fondo del hombre
    agua removida.

    En el agua más clara
    sombra sin salida.

    En el fondo del hombre
    agua removida.


      [6]


    El cementerio está cerca
    de donde tú y yo dormimos,
    entre nopales azules;
    pitas azules y niños
    que gritan vívidamente
    si un muerto nubla el camino.
    De aquí al cementerio, todo
    es azul, dorado, límpido.
    Cuatro pasos, y los muertos.
    Cuatro pasos, y los vivos.
    Límpido, azul y dorado,
    se hace allí remoto el hijo.


      [7]


    Sangre remota.
    Remoto cuerpo,
    dentro de todo:
    dentro, muy dentro
    de mis pasiones,
    de mis deseos.


      [8]


    ¿Qué quiere el viento de encono
    que baja por el barranco
    y violenta las ventanas
    mientras te visto de abrazos?

    Derribarnos, arrastrarnos.

    Derribadas, arrastradas,
    las dos sangres se alejaron.
    ¿Qué sigue queriendo el viento
    cada vez más enconado?

    Separarnos.


    VALS DE LOS ENAMORADOS Y
    UNIDOS HASTA SIEMPRE


    No salieron jamás
    del vergel del abrazo.
    Y ante el rojo rosal
    de los besos rodaron.

    Huracanes quisieron
    con rencor separarlos.
    Y las hachas tajantes
    y los rígidos rayos.

    Aumentaron la tierra
    de las pálidas manos.
    Precipicios midieron,
    por el viento impulsados
    entre bocas deshechas.
    Recorrieron naufragios,
    cada vez más profundos
    en sus cuerpos, en sus brazos.
    Perseguidos, hundidos
    por un gran desamparo
    de recuerdos y lunas,
    de noviembres y marzos,
    aventados se vieron
    como polvo liviano:
    aventados se vieron,
    pero siempre abrazados.


      [10]


    Un viento ceniciento
    clama en la habitación
    donde clamaba ella
    ciñéndose a mi voz.

    Cámara solitaria,
    con el herido son
    del ceniciento viento
    clamante alrededor.

    Espejo despoblado.
    Despavorido arcón
    frente al retrato árido
    y al lecho sin calor.

    Cenizas que alborota
    el viento que no amó.

    En medio de la noche,
    la cenicienta cámara
    con viento y sin amores.


      [11]


    Como la higuera joven
    de los barrancos eras.
    Y cuando yo pasaba
    sonabas en la sierra.
    Como la higuera joven,
    resplandeciente y ciega.

    Como la higuera eres.
    Como la higuera vieja.
    Y paso, y me saludan
    silencio y hojas secas.

    Como la higuera eres
    que el rayo envejeciera.


      [12]


    El sol, la rosa y el niño
    flores de un día nacieron.
    Los de cada día son
    soles, flores, niños nuevos.

    Mañana no seré yo:
    otro será el verdadero.
    Y no seré más allá
    de quien quiera su recuerdo.

    Flor de un día es lo más grande
    al pie de lo más pequeño.
    Flor de la luz el relámpago,
    y flor del instante el tiempo.

    Entre las flores te fuiste.
    Entre las flores me quedo.


      [13]


    Besarse, mujer,
    al sol, es besarnos
    en toda la vida.
    Ascienden los labios,
    eléctricamente
    vibrantes de rayos,
    con todo el furor
    de un sol entre cuatro.
    Besarse a la luna,
    mujer, es besarnos
    en toda la muerte.
    Descienden los labios,
    con toda la luna,
    pidiendo su ocaso,
    del labio de arriba,
    del labio de abajo,
    gastada y helada
    y en cuatro pedazos.


      [14]


    Llegó tan hondo el beso
    que traspasó y emocionó los muertos.

    El beso trajo un brío
    que arrebató la boca de los vivos.

    El hondo beso grande
    sintió breves los labios al ahondarse.

    El beso aquel que quiso
    cavar los muertos y sembrar los vivos.


      [15]


    Si te perdiera ...
    Si te encontrara
    bajo la tierra.

    Bajo la tierra
    del cuerpo mío,
    siempre sedienta.


      [16]


    Cuerpo del amanecer:
    flor de la carne florida.
    Siento que no quiso ser
    más allá de flor tu vida.
    Corazón que en el tamaño
    de un día se abre y se cierra.
    La flor nunca cumple un año,
    y lo cumple bajo tierra.


      [17]


    En este campo
    estuvo el mar.
    Alguna vez volverá.
    Si alguna vez una gota
    roza este campo, este campo
    siente el recuerdo del mar.
    Alguna vez volverá.


      [18]


    Cada vez que paso
    bajo tu ventana,
    me azota el aroma
    que áun flota en tu casa.
    Cada vez que paso
    junto al cementerio
    me arrastra la fuerza
    que aún sopla en tus huesos.


      [19]


    El corazón es agua
    que se acaricia y canta.

    El corazón es puerta
    que se abre y se cierra.

    El corazón es agua
    que se remueve, arrolla,
    se arremolina, mata.


      [20]


    Tierra. La despedida
    siempre es una agonía.

    Ayer nos despedimos.
    Ayer agonizamos.
    Tierra en medio.
    Hoy morimos.


      [21]


    Por eso las estaciones
    saben a muerte, y los puertos.
    Por eso cuando partimos
    se deshojan los pañuelos.

    Cadáveres vivos somos
    en el horizonte, lejos.


      [22]


    Cada vez más presente.
    Como si un rayo raudo
    te trajera a mi pecho.
    Como un lento, rayo
    lento.
    Cada vez más ausente.
    Como si un tren lejano
    recorriera mi cuerpo.
    Como si un negro barco
    negro.


      [23]


    Si nosotros viviéramos
    lo que la rosa, con su intensidad,
    el profundo perfume de los cuerpos
    sería mucho más.

    ¡Ay, breve vida intensa
    de un día de rosales secular
    pasaste por la casa
    igual, igual, igual
    que un meteoro herido, perfumado
    de hermosura y verdad.

    La huella que has dejado es un abismo
    con ruinas de rosal
    donde un perfume que no cesa hace
    que vayan nuestros cuerpos más allá.


      [24]


    Una fotografía.
    Un cartón inexpresivo,
    envuelto por los meses
    en los rincones íntimos.

    Un agua de distancia
    quiero beber: gozar
    un fondo de fantasma.

    Un cartón me conmueve.
    Un cartón me acompaña.


      [25]


    Llegó con tres heridas:
    la del amor,
    la de la muerte,
    la de la vida.

    Con tres heridas viene:
    la de la vida,
    la del amor,
    la de la muerte.

    Con tres heridas yo:
    la de la vida,
    la de la muerte,
    la del amor.


      [26]


    Escribí en el arenal
    los tres nombres de la vida:
    vida, muerte, amor.
    Una ráfaga de mar,
    tantas claras veces ida,
    vino y nos borró.

      [27]


    Cogedme, cogedme.
    Dejadme, dejadme,
    fieras, hombres, sombras,
    soles, flores, mares.
    Cogedme.
    Dejadme.


      [28]


    Tus ojos se me van
    de mis ojos, y vuelve
    después de recorre
    un páramo de ausente.
    Tus brazos se desploman
    en mis brazos y ascienden
    retrocediendo ante esa
    desolación que sientes.
    Desolación con hielo,
    aún mi calor te vence.


      [29]


    Ausencia en todo veo:
    tus ojos la reflejan.
    Ausencia en todo escucho:
    tu voz a tiempo suena.
    Ausencia en todo aspiro:
    tu aliento huele a hierba.
    Ausencia en todo toco:
    tu cuerpo se despuebla.
    Ausencia en todo pruebo
    tu boca me destierra.
    Ausencia en todo siento:
    ausencia, ausencia, ausencia.


      [30]


    ¿De qué adoleció
    la mujer aquella?

    Del mal peor:
    del mal de las ausencias.

    Y el hombre aquél.

    ¿De qué murió
    la mujer aquélla?
    Del mal peor:
    del mal de las ausencias.

    Y el hombre aquél.


      [31]


    Tan cercanos, y a veces
    qué lejos los sentimos,
    tú yéndote a los muertos,
    yo yéndome a los vivos.


      [32]


    Tú eres fatal ante la muerte.
    Yo soy fatal ante la vida.
    Yo siempre en pie quisiera verte,
    tú quieres verte siempre hundida.


      [33]


    Llevadme al cementerio
    de los zapatos viejos.

    Echadme a todas hora
    la pluma de la escoba.

    Sembradme con estatuas
    de rígida mirada.

    Por un huerto de bocas,
    futuras y doradas,
    relumbrará mi sombra.


      [34]


    La luciérnaga en celo
    relumbra más.

    La mujer sin el hombre
    apagada va.

    Apagado va el hombre
    sin luz de mujer.

    La luciérnaga en celo
    se deja ver.


      [35]


    Uvas, granadas, dátiles,
    doradas, rojas, rojos,
    hierbabuena del alma,
    azafrán de los poros.
    Uvas como tu frente,
    uvas como tus ojos.
    Granadas con la herida
    de tu florido asombro,
    dátiles con tu esbelta
    ternura sin retorno,
    azafrán, hierbabuena
    llueve a grandes chorros
    sobre la mesa pobre,
    gastada, del otoño,
    muerto que te derramas,
    muerto que yo conozco,
    muerto frutal, caído
    con octubre en los hombros.


      [36]


    Muerto mío, muerto mío:
    nadie nos siente en la tierra
    donde haces caliente el frío.


      [37]


    Las gramas, las ortigas
    en el otoño avanzan
    con una suavidad
    y una ternura largas.

    El otoño, un sabor
    que separa las cosas,
    las aleja y arrastra.

    Llueve sobre el tejado
    como sobre una caja
    mientras la hierba crece
    como una joven ala.

    Las gramas, las ortigas
    nutre una misma savia.


      [38]


    Atraviesa la calle,
    dicen que todo el barrio
    y yo digo que nadie.
    Pero escuchando, ansiando,
    oigo en su mismo centro
    el alma de tus pasos,
    y me parece un sueño
    que, sobre el empedrado,
    alza tu pie su íntimo
    sonido descansado.


      [39]


    Troncos de soledad,
    barrancos de tristeza
    donde rompo a llorar.


      [40]


    Todas las casas son ojos
    que resplandecen y acechan.

    Todas las casas son bocas
    que escupen, muerden y besan.

    Todas las casas son brazos
    que se empujan y se estrechan.

    De todas las casas salen
    soplos de sombra y de selva.

    En todas hay un clamor
    de sangre insatisfechas.

    Y a un grito todas las casas
    se asaltan y se despueblan.

    Y a un grito, todas se aplacan,
    y se fecundan, y se esperan.


      [41]


    El amor ascendía entre nosotros
    como la luna entre las dos palmeras
    que nunca se abrazaron.

    El íntimo rumor de los dos cuerpos
    hacia el arrullo un oleaje trajo,
    pero la ronca voz fue atenazada,
    fueron pétreos los labios.

    El ansia de ceñir movió la carne,
    esclareció los huesos inflamados,
    pero los brazos al querer tenderse
    murieron en los brazos.

    Pasó el amor, la luna, entre nosotros
    y devoró los cuerpos solitarios.
    Y somos dos fantasmas que se buscan
    y se encuentran lejanos.


      [42]


    Cuando paso por tu puerta,
    la tarde que viene a herir
    con su hermosura desierta
    que no acaba de morir.

    Tu puerta no tiene casa
    ni calle: tiene un camino,
    por donde la tarde pasa
    como un agua sin destino.

    Tu puerta tiene una llave
    que para todos rechina.
    En la tarde hermosa y grave,
    ni una sola golondrina.

    Hierbas en tu puerta crecen
    de ser tan poco pisada.
    Todas las cosas padecen
    sobre la tarde abrasada.

    La piel de tu puerta, ¿encierra
    un lecho que compartir?
    La tarde no encuentra tierra
    donde ponerse a morir.

    Lleno de un siglo de ocasos
    de una tarde azul de abierta,
    hundo en tu puerta mis pasos
    y no sales a tu puerta.

    En tu puerta no hay ventana
    por donde poderte hablar.
    Tarde, hermosura lejana
    que nunca pude lograr.

    Y la tarde azul corona
    tu puerta gris de vacía.
    Y la noche se amontona
    sin esperanzas de día.


      [43]


    Rumorosas pestañas
    de los cañaverales.
    Cayendo sobre el sueño
    del hombre hasta dejarle
    el pecho apaciguado
    y la cabeza suave.

    Ahogad la voz del arma,
    que no despierte y salte
    con el cuchillo de odio
    que entre sus dientes late.

    Así, dormido, el hombre
    toda la tierra vale.


      [44]


    Fue una alegría de una sola vez,
    de esas que no son nunca más iguales.
    El corazón, lleno de historias tristes,
    fue arrebatado por las claridades.

    Fue una alegría como la mañana,
    que puso azul el corazón, y grande,
    más comunicativo su latido,
    más esbelta su cumbre aleteante.

    Fue una alegría que dolió de tanto
    encenderse, reírse, dilatarse.
    Una mujer y yo la recogimos
    desde un niño rodado de su carne.

    Fue una alegría en el amanecer
    más virginal de todas las verdades.
    Se inflamaban los gallos, y callaron
    atravesados por su misma sangre.

    Fue la primera vez de la alegría
    la sola vez de su total imagen.
    Las otras alegrías se quedaron
    como granos de arena ante los mares.

    Fue una alegría para siempre sola,
    para siempre dorada, destellante.
    Pero es una tristeza para siempre,
    porque apenas nacida fue a enterrarse.


      VIDA SOLAR


    Cuerpo de claridad que nada empaña.
    Todo es materia de cristal radiante,
    a través de ese sol que te acompaña,
    que te lleva por dentro hacia adelante.

    Carne de limpidez enardecida,
    hueso más transparente si más hondo,
    piel hacia el sur del fuego dirigida.
    Sangre resplandeciente desde el fondo.

    Cuerpo diurno, día sobrehumano,
    fruto del cegador acoplamiento,
    de una áurea madrugada del verano
    con el más inflamado firmamento.

    Ígnea ascensión, sangrienta hacia los montes,
    agua sólida y ágil hacia el día,
    diáfano barro lleno de horizontes,
    coronación astral de la alegría.

    Cuerpo como un solsticio de arcos plenos,
    bóveda plena, plenas llamaradas.
    Todos los cuerpos fulgen más morenos
    bajo el cenit de todas tus miradas.

    Cuerpo de polen férvido y dorado,
    flexible y rumoroso, tuyo y mío.
    De la noche final me has enlutado,
    del amor, del cabello más sombrío.

    Ilumina el abismo donde lloro
    por la consumación de las espumas.
    Fúndete con la sombra que atesoro
    hasta que en la transparencia te consumas.


      [46]


    Entusiasmo del odio,
    ojos del mal querer.
    Turbio es el hombre,
    turbia la mujer.


      [47]


    ¿Qué pasa?
    Rencor por tu mundo,
    amor por mi casa.

    ¿Qué suena?
    El tiro en tu monte,
    y el beso en mis eras.

    ¿Qué viene?
    Para ti una sola,
    para mí dos muertes.


      [48]


    Corazón de leona
    tienes a veces.
    Zarpa, nardo del odio,
    siempre floreces.

    Una leona
    llevaré cada día
    como corona.


      [49]


    La vejez en los pueblos.
    El corazón sin dueño.
    El amor sin objeto.
    La hierba, el polvo, el cuervo.
    ¿Y la juventud?
    En el ataúd.

    El árbol solo y seco.
    La mujer como un leño
    de viudez sobre el lecho.
    El odio sin remedio.
    ¿Y la juventud?
    En el ataúd.


      [50]


    Llueve. Los ojos se ahondan
    buscando tus ojos: esos
    dos ojos que se alejaron
    a la sombra cuenca adentro.
    Mirada con horizontes
    cálidos y fondos tiernos,
    íntimamente alentada
    por un sol de íntimo fuego
    que era en las pestañas, negra
    coronación de los sueños.

    Mirada negra y dorada,
    hecha de dardos directos,
    signo de un alma en lo alto
    de todo lo verdadero.

    Ojos que se han consumado
    infinitamente abiertos
    hacia el saber que vivir
    es llevar la luz a un centro.

    Llueve como si llorara
    raudales un ojo inmenso,
    un ojo gris, desangrado,
    pisoteado en el cielo.

    Llueve sobre tus dos ojos
    que pisan hasta los perros.
    Llueve sobre tus dos ojos
    negros, negros, negros, negros,
    y llueve como si el agua
    verdes quisiera volverlos.

    Pero sus arcos prosiguen
    alejándose y hundiendo
    negrura frutal en todo
    el corazón de lo negro.

    ¿Volverán a florecer?
    Si a través de tantos cuerpos
    que ya combaten la flor
    renovaran su ascua ... Pero
    seguirán bajo la lluvia
    para siempre mustios, secos.


      [51]


    Era un hoyo no muy hondo.
    Casi en la flor de la sombra.
    No hubiera cabido un hombre
    en su oscuridad angosta.
    Contigo todo fue anchura
    en la tierra tenebrosa.

    Mi casa contigo era
    la habitación de la bóveda.
    Dentro de mi casa entraba
    por ti la luz victoriosa.

    Mi casa va siendo un hoyo.
    Yo no quisiera que toda
    aquella luz se alejara
    vencida, desde la alcoba.

    Pero cuando llueve, siento
    que las paredes se ahondan,
    y reverdecen los muebles,
    rememorando las hojas.

    Mi casa es una ciudad
    con una puerta a la aurora,
    otra más grande a la tarde,
    y a la noche, inmensa, otra.

    Mi casa es una ataúd.
    Bajo la lluvia redobla.
    Y ahuyenta las golondrinas
    que no la quisieran torva.

    En mi casa falta un cuerpo.
    Dos en nuestra casa sobran.


      A MI HIJO


    Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
    abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
    su color coronado de junios, ya es rocío
    alejándose a ciertas regiones matutinas.

    Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
    como bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
    con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
    como bajo la tierra quiero haberte enterrado.

    Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
    al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
    precipitado octubre contra nuestras ventanas,
    diste paso al otoño y anocheció los mares.

    Te ha devorado el sol, rival único y hondo
    y la remota sombra que te lanzó encendido;
    te empuja luz abajo llevándote hasta el fondo,
    tragándote; y es como si no hubieras nacido.

    Diez meses en la luz, redondeando el cielo,
    sol muerto, anochecido, sepultado, eclipsado.
    Sin pasar por el día se marchitó tu pelo;
    atardeció tu carne con el alba en un lado.

    El pájaro pregunta por ti, cuerpo al oriente,
    carne naciente al alba y al júbilo precisa;
    niño que sólo supo reir, tan largamente,
    que sólo ciertas flores mueren con tu sonrisa.

    Ausente, ausente, ausente como la golondrina,
    ave estival que esquiva vivir al pie del hielo:
    golondrina que a poco de abrir la pluma fina,
    naufraga en las tijeras enemigas del vuelo.

    Flor que no fue capaz de endurecer los dientes,
    de llegar al más leve signo de la fiereza.
    Vida como una hoja de labios incipientes,
    hoja que se desliza cuando a sonar empieza.

    Los consejos del mar de nada te han valido...
    Vengo de dar a un tierno sol una puñalada,
    de enterrar un pedazo de pan en el olvido,
    de echar sobre unos ojos un puñado de nada.

    Verde, rojo, moreno: verde, azul y dorado;
    los latentes colores de la vida, los huertos,
    el centro de las flores a tus pies destinado,
    de oscuros negros tristes, de graves blancos yertos.

    Mujer arrinconada: mira que ya es de día.
    (¡Ay, ojos sin poniente por siempre en la alborada!)
    Pero en tu vientre, pero en tus ojos, mujer mía,
    la noche continúa cayendo desolada.


      ORILLAS DE TU VIENTRE


    ¿Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
    A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
    de solitarias lunas del deseo, y exalto
    la orilla de tu vientre.

    Clavellina del valle que provocan tus piernas.
    Granada que has rasgado de plenitud su boca.
    Trémula zarzamora suavemente dentada
    donde vivo arrojado.

    Arrojado y fugaz como el pez generoso,
    ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
    lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
    de fértiles relámpagos.

    Aún me estremece el choque primero de los dos;
    cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
    impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
    nos inspiraba el mar.

    Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,
    dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
    vertiginoso abismo que me recoge, loco
    de la lúcida muerte.

    Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
    Recóndito lucero tras una madreselva
    hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
    del íntimo destino.

    En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:
    el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
    De ti son tantos siglos de muerte, de locura
    como te han sucedido.

    Corazón de la tierra, centro del universo,
    todo se atorbellina, con afán de satélite
    en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
    en la flor del manzano.

    Ventana que da al mar, a una diáfana muerte
    cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
    Su hálito de infinito propaga los espacios
    entre tú y yo y el fuego.

    Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.
    La losa que me cubra sea tu vientre leve,
    la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
    la eternidad la orilla.

    En ti me precipito como en la inmensidad
    de un mediodía claro de sangre submarina,
    mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
    y el clamor se hace hombre.

    Por ti logro en tu centro la libertad del astro.
    En ti nos acoplamos como dos eslabones,
    tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
    mortalmente abrazados.


      [54]


    Todo está lleno de ti,
    y todo de mí está lleno:
    llenas están las ciudades,
    igual que los cementerios
    de ti, por todas las casas,
    de mí, por todos los cuerpos.

    Por las calles voy dejando
    algo que voy recogiendo:
    pedazos de vida mía
    venidos desde muy lejos.

    Voy alado a la agonía,
    arrastrándome me veo
    en el umbral, en el fondo
    latente del nacimiento.

    Todo está lleno de mí:
    de algo que es tuyo y recuerdo
    perdido, pero encontrado
    alguna vez, algún tiempo.

    Tiempo que se queda atrás
    decididamente negro,
    indeleblemente rojo,
    dorado sobre tu cuerpo.

    Todo está lleno de ti,
    traspasado de tu pelo:
    de algo que no he conseguido
    y que busco entre tus huesos.


      [55]


    Callo después de muerto.
    Hablas después de viva.
    Pobres conversaciones
    desusadas por dichas,
    nos llevan a lo mejor
    de la muerte y la vida.

    Con espadas fraguadas
    en silencio, fundidas
    en miradas, en besos,
    en pasiones invictas
    nos herimos, nos vamos
    a la lucha más íntima.
    Con silencio te ataco.
    Con silencio tú vibras.
    Con silencio reluce
    la verdad cristalina.
    Con silencio caemos
    en la noche, en el día.


      [56]


    La libertad es algo
    que sólo en tus entrañas
    bate como el relámpago.


      [57]


    Cuerpo sobre cuerpo,
    tierra sobre tierra:
    viento sobre viento.


      [58]


    Bocas de ira.
    Ojos de acecho.
    Perros aullando.
    Perros y perros.
    Todo baldío.
    Todo reseco.
    Cuerpos y campos,
    cuerpos y cuerpos.

    ¡Qué mal camino,
    qué ceniciento
    corazón tuyo,
    fértil y tierno!


      [59]


    Tristes guerras
    si no es amor la empresa.
    Tristes. Tristes.

    Tristes armas
    si no son las palabras.
    Tristes. Tristes.

    Tristes hombres
    si no mueren de amores.
    Tristes. Tristes.


      [60]


    Los animales del día
    a los de la noche buscan.

    Lejos anda el sol,
    cerca la luna.

    Animal del mediodía,
    la medianoche te turba.

    Lejos anda el sol.
    Cerca la luna.


      [61]


    HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA

          I




    (HIJO DE LA SOMBRA)

    Eres la noche, esposa: la noche en el instante
    mayor de su potencia lunar y femenina.
    Eres la medianoche: la sombra culminante
    donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

    Forjado por el día, mi corazón que quema
    lleva su gran pisada de sol adonde quieres,
    con un solar impulso, con una luz suprema,
    cumbre de las mañanas y los atardeceres.

    Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
    su avaricioso anhelo de imán y poderío.
    Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
    incendia mi osamenta con un escalofrío.

    El aire de la noche desordena tus pechos,
    y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
    Como una tempestad de enloquecidos lechos,
    eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.

    La noche se ha encendido como una sorda hoguera
    de llamas minerales y oscuras embestidas.
    Y alrededor la sombra late como si fuera
    las almas de los pozos y el vino difundidas.

    Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
    la visible ceguera puesta sobre quien ama;
    ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
    ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.

    La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
    besos que la constelen de relámpagos largos,
    bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
    arrullos que hagan música de sus mudos letargos.

    Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
    tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
    Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
    con todo el firmamento, la tierra estremecida.

    El hijo está en la sombra que acumula luceros,
    amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
    Brota de sus perezas y de sus agujeros,
    y de sus solitarias y apagadas ciudades.

    El hijo está en la sombra: de la sombra han surtido,
    y a su origen infunden los astros una siembra,
    un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
    que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.

    Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
    tendiendo está la sombra su constelada umbría,
    volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
    Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.


    (HIJO DE LA LUZ)

    Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
    recibes entornadas las horas de tu frente.
    Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
    tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.

    Centro de claridades, la gran hora te espera
    en el umbral de un fuego que el fuego mismo abrasa:
    te espero yo, inclinado como el trigo a la era,
    colocando en el centro de la luz nuestra casa.

    La noche desprendida de los pozos oscuros,
    se sumerge en los pozos donde ha echado raíces.
    Y tú te abres al parto luminoso, entre muro
    que se rasgan contigo como pétreas matrices.

    La gran hora del parto, la más rotunda hora:
    estallan los relojes sintiendo tu alarido,
    se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
    y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.

    El hijo fue primero sombra y ropa cosida
    por tu corazón hondo desde tus hondas manos.
    Con sombras y con ropas anticipó su vida,
    con sombras y con ropas de gérmenes humanos.

    Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
    se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
    que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
    y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.

    ¡Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo!
    Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras.
    Sombras y ropas llevan los hombre por el mundo.
    Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.

    Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
    Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
    mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
    dormidos y despiertos con el amor a cuestas.

    Hablo y el corazón me sale en el aliento.
    Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
    Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
    Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.


          III




    (HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA)

    Tejidos en el alma, grabados, dos panales
    no pueden detener la miel en los pezones.
    Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
    luchan y se atropellan con blancas efusiones.

    Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
    hasta inundar la casa que tu sabor rezuma.
    Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
    tú toda una colmena de leche con espuma.

    Es como si tu sangre fuera dulzura toda,
    laboriosas abejas filtradas por tus poros.
    Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
    junto a ti, recorrida por caudales sonoros.

    Caudalosa mujer, en tu vientre me entierro.
    Tu caudaloso vientre será mi sepultura.
    Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,
    verían qué grabada llevo allí tu figura.

    Para siempre fundidos en el hijo quedamos:
    fundimos como anhelan nuestras ansias voraces:
    en un ramode tiempo, de sangre, los dos ramos,
    en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.

    Los muertos, con un fuego congelado que abrasa,
    laten junto a los vivos de una manera terca.
    Viene a ocupar el hijo los campos y la casa
    que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca.

    Haremos de este hijo generador sustento,
    y hará de nuestra carne materia decisiva:
    donde sienten su alma las manos y el aliento
    las hélices circulen, la agricultura viva.

    Él hará que esta vida no caiga derribada,
    pedazo desprendido de nuestros dos pedazos,
    que de nuestras dos bocas hará una sola espada
    y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.

    No te quiero a ti sola: te quiero en tu ascendencia
    y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
    Porque la especie humana me han dado por herencia
    la familia del hijo será la especie humana.

    Con el amor a cuestas, dormidos y despiertos,
    seguiremos besándonos en el hijo profundo.
    Besándonos tú y yo se besan nuestro muertos,
    se besan los primeros pobladores del mundo.


      [62]



      (LA LLUVIA)


    Ha enmudecido el campo, presintiendo la lluvia.
    Reaparece en la tierra su primer abandono.
    La alegría del cielo se desconsuela a veces,
    sobre un pastor sediento.

    Cuando la lluvia llama se remueven los muertos.
    La tierra se hace un hoyo removido, oloroso.
    Los árboles exhalan su último olor profundo
    despuestos a morirse.

    Bajo la lluevia adquiere la voz de los relojes
    la gravedad, la angustia de la posstrera hora.
    Reviven las heridas visibles y las otras
    que sangran hacia dentro.

    Todo se hace entrañable, reconcentrado, íntimo.
    Como bajo el subsuelo, bajo el signo lluvioso.
    Todo, todo parece desear ahora
    la paz definitiva.

    Llueve como una sangre transparente, hechizada.
    Me siento traspasado por la humedad del suelo
    Que habrá de sujetarme para siempre a la sombra,
    para siempre a la lluvia.

    El cielo se desangra pausadamente herido.
    El verde intensifica la penumbra en las hojas.
    Los troncos y los muertos se oscurecen aún más
    por la pasión del agua.

    Y retoñan las cartas viejas en los rincones
    que olvido bajo el sol. Los besos de anteayer,
    las maderas más viejas y resecas, los muertos
    retoñan cuando llueve.

    Bodegas, pozos, almas, saben a más hundidos.
    Inundas, casi sepultados, mis sentimientos,
    tú, que, brumosa, inmóvil pareces el fantasma
    de tu fotografía.

    Música de la lluvia, de la muerte, del sueño,
    .............................................
    Todos los animales, fatídicos, se inclinan
    debajo de las gotas.

    Suena en las hojas secas igual que en las esquinas,
    suena en el mar la lluvia como en un imposible.
    Suena dentro del surco como en un vientre seco,
    seco, sordo, baldío.

    Suena en las hondonadas en los barrancos: suena
    como una pasión íntima suicidada o ahogada.
    Suena como las balas penetrando la carne,
    como el llanto de todos.

    Redoblan sus tambores, tañe su flauta lenta,
    su lagrimosa lengua que lame tercamente.
    Y siempre suena como sobre los ataúdes,
    los dolores, la nada.


      [63]


    Menos tu vientre,
    todo es confuso.
    Menos tu vientre,
    todo es futuro,
    fugaz, pasado
    baldío, turbio.
    Menos tu vientre,
    todo es oculto.
    Menos tu vientre,
    todo inseguro,
    todo postrero,
    polvo sin mundo.
    Menos tu vientre
    todo es oscuro.
    Menos tu vientre
    claro y profundo.


      [64]



      ANTES DEL ODIO


    Beso soy, sombra con sombra.
    Beso, dolor con dolor,
    por haberme enamorado,
    corazón sin corazón,
    de las cosas, del aliento
    sin sombra de la creación
    Sed con agua en la distancia,
    pero sed alrededor.

    Corazón en una copa
    donde me lo bebo yo,
    y no se lo bebe nadie,
    nadie sabe su sabor.
    Odio, vida: ¡cuánto odio
    sólo por amor!

    No es posible acariciarte
    con las manos que me dio
    el fuego de más deseo,
    el ansio de más ardor.
    Varias alas, varios vuelos
    abaten en ellas hoy
    hierros que cercan las venas
    y las muerden con rencor.
    Por amor, vida, abatido,
    pájaro sin remisión.
    Sólo por amor odiado.
    Sólo por amor.

    Amor, tu bóveda arriba
    y no abajo siempre, amor,
    sin otra luz que estas ansias,
    sin otra iluminación.
    Mírame aquí encadenado,
    escupido, sin calor,
    a los pies de la tiniebla
    más súbita, más feroz,
    comiendo paz y cuchillo
    como buen trabajador
    y a veces cuchillo sólo,
    sólo por amor.

    Todo lo que significa
    golondrinas, ascensión,
    claridad, anchura, aire,
    decidido espacio, sol,
    horizonte aleteante,
    sepultado en un rincón.
    Esperanza, mar, desierto,
    sangre, monte rodador:
    libertades de mi alma
    clamorosas de pasión,
    desfilando por mi cuerpo,
    donde no se quedan, no,
    pero donde se despliegan,
    sólo por amor.

    Porque dentro de la triste
    guirnalda del eslabón,
    del sabor a carcelero
    constante, y a paredón,
    y a precipicio en acecho,
    alto, alegre, libre soy.
    Alto, alegre, libre, libre,
    sólo por amor.

    No, no hay cárcel para el hombre.
    No podrán atarme, no.
    Este mundo de cadenas
    me es pequeño y exterior.
    ¿Quién encierra una sonrisa?
    ¿Quién amuralla una voz?
    A lo lejos tú, más sola
    que la muerte, la una y yo.
    A lo lejos tú, sintiendo
    en tus brazos mi prisión:
    en tus brazos donde late
    la libertad de los dos.
    Libre soy. Siénteme libre.
    Sólo por amor.


      [65]


    Palomar del arrullo
    fue la habitación.
    Provocabas palomas
    con el corazón.

    Palomar, palomar
    derribado, desierto,
    sin arrullo por nunca jamás.


      [66]



      LA BOCA


    Boca que arrastra mi boca:
    boca que me has arrastrado:
    boca que vienes de lejos
    a iluminarme de rayos.
    Alba que das a mis noches
    un resplandor rojo y blanco.
    Boca poblada de bocas:
    pájaro lleno de pájaros.

    Canción que vuelve las alas
    hacia arriba y hacia abajo.
    Muerte reducida a besos,
    a sed de morir despacio,
    dando a la grana sangrante
    dos tremendos aletazos.
    El labio de arriba el cielo
    y la tierra el otro labio.

    Beso que rueda en la sombra:
    beso que viene rodando
    desde el primer cementerio
    hasta los últimos astros.
    Astro que tiene tu boca
    enmudecido y cerrado,
    hasta que un roce celeste
    hace que vibren sus párpados.

    Beso que va a un porvenir
    de muchachas y muchachos,
    que no dejarán desiertos
    ni las calles ni los campos.

    ¡Cuántas bocas enterradas,
    sin boca, desenterramos!

    Beso en tu boca por ellos,
    brindo en tu boca por tantos
    que cayeron sobre el vino
    de los amorosos vasos.
    Hoy son recuerdos, recuerdos,
    besos distantes y amargos.

    Hundo en tu boca mi vida,
    oigo rumores de espacios,
    y el infinito parece
    que sobre mí se ha volcado.

    He de volverte a besar,
    he de volver, hundo, caigo,
    mientras descienden los siglos
    hacia los hondos barrancos
    como una febril nevada
    de besos y enamorados.

    Boca que desenterraste
    el amanecer más claro
    con tu lengua. Tres palabras,
    tres fuegos has heredado:
    vida, muerte, amor. Ahí quedan
    escritos sobre tus labios.
    La basura diaria
    que de los hombres queda


      [67]


    sobre mis sentimientos
    y mis sentidos pesa.

    Es la triste basura
    de los turbios deseos,
    de las pasiones turbias.


      [68]


    Cerca del agua te quiero llevar,
    porque tu arrullo trascienda del mar.

    Cerca del agua te quiero tener,
    porque te aliente su vívido ser.

    Cerca del agua te quiero sentir,
    porque la espuma te enseñe a reír.

    Cerca del agua te quiero, mujer,
    ver, abarcar, fecundar, conocer.

    Cerca del agua perdida del mar,
    que no se puede perder ni encontrar.


      [69]


    El azahar de Murcia
    y la palmera de Elche
    para exaltar la vida
    sobre tu vida ascienden.

    El azahar de Murcia
    y la palmera de Elche
    para seguir la vida
    bajan sobre tu muerte.


      [70]



      ASCENSIÓN DE LA ESCOBA


    Coronad a la escoba de laurel, mirto, rosa.
    Es el héroe entre aquellos que afrontan la basura.
    Para librar el polvo sin vuelo cada cosa
    bajó, porque era palma y azul, desde la altura.

    Su ardor de espada joven y alegre no reposa.
    Delgada de ansiedad, pureza, sol, bravura,
    azucena que barre sobre la misma fosa,
    es cada vez más alta, más cálida, más pura.

    Nunca: la escoba nunca será crucificada,
    porque la juventud propaga su esqueleto
    que es una sola flauta muda, pero sonora.

    Es una sola lengua sublime y acordada.
    Y ante su aliento raudo se ausenta el polvo quieto.
    Y asciende una palmera, columna hacia la aurora.


      [71]



      DESPUÉS EL AMOR


    No pudimos ser. La tierra
    no pudo tanto. No somos
    cuanto se propuso el sol
    en un anhelo remoto.
    Un pie se acerca a lo claro.
    En lo oscuro insiste el otro.
    Porque el amor no es perpetuo
    en nadie, ni en mí tampoco.
    El odio aguarda su instante
    dentro del carbón más hondo.
    Rojo es el odio y nutrido.
    El amor, pálido y solo.
    Cansado de odiar, te amo.
    Cansado de amar, te odio.

    Llueve tiempo, llueve tiempo.
    Y un día triste entre todos,
    triste por toda la tierra,
    triste desde mí hasta el lobo,
    dormimos y despertamos
    con un tigre entre los ojos.

    Piedras, hombres como piedras,
    duros y plenos de encono,
    chocan en el aire, donde
    chocan las piedras de pronto.

    Soledades que hoy rechazan
    y ayer juntaban sus rostros.
    Soledades que en el beso
    guardan el rugido sordo.
    Soledades para siempre.
    Soledades sin apoyo.

    Cuerpos como un mar voraz,
    entrechocado, furioso.
    Solitariamente atados
    por el amor, por el odio,
    por las venas surgen hombres,
    cruzan las ciudades, torvos.

    En el corazón arraiga
    solitariamente todo.
    Huellas sin compaña quedan
    como en el agua, en el fondo.

    Sólo una voz, a lo lejos,
    siempre a lo lejos la oigo,
    acompaña y hace ir
    igual que el cuello a los hombros.

    Sólo una voz me arrebata
    este armazón espinoso
    de vello retrocedido
    y erizado que me pongo.

    Los secos vientos no pueden
    secar los mares jugosos.
    Y el corazón permanece
    fresco en su cárcel de agosto
    porque esa voz es el arma
    más tierna de los arroyos:

    "Miguel: me acuerdo de ti
    después del sol y del polvo,
    antes de la misma luna,
    tumba de un sueño amoroso."

    Amor: aleja mi ser
    de sus primeros escombros,
    y edificándome, dicta
    una verdad como un soplo.
    Después del amor, la tierra.
    Después de la tierra, todo.


      [72]


    El número de sangres
    que el mundo iluminó
    en dos halló el principio:
    tú y yo.

    El número de sangres
    que es cada vez mayor
    en dos busca sus fines:
    tú y yo.

    El número de sangres
    que en el espacio son
    en dos son infinitos:
    tú y yo.


      [73]


    La cantidad de mundos
    que con los ojos abres,
    que cierras con los brazos.

    La cantidad de mundos
    que con los ojos cierras,
    que con los brazos abres.


      [74]


    Entre nuestras dos sangres
    algo que aparta, algo
    que aleja, impide, ciega,
    sucede palmo a palmo.

    Entre nuestras dos sangres
    va sucediendo algo,
    arraiga el horizonte,
    hace anchura el espacio.

    Entre nuestras dos sangres
    ha de suceder algo,
    un puente como un niño,
    un niño como un arco.

    Entre nuestras dos sangres
    hay cárceles con manos.
    Cuanto sucede queda
    entre los dos de paso.


      [75]


    A la luna venidera
    te acostarás a parir
    y tu vientre irradiará
    claridades sobre mí.

    Alborada de tu vientre,
    cada vez más claro en sí,
    esclareciendo los pozos,
    anocheciendo el marfil.

    A la luna venidera
    el mundo se vuelve a abrir.


      [76]


    Vino. Dejó las armas,
    las garras, la maleza.

    La suavidad que sube,
    la suavidad que reina
    sobre la voz, el paso,
    sobre la piel, la pierna,
    arrebató su cuerpo
    y estremeció sus cuerdas.

    Se consumó la fiera.

    La noche sobrehumana
    la sangre ungió de estrellas,
    relámpagos, caricias,
    silencios, besos, penas.

    Memorias de la fiera.

    Pero al venir el alba
    se abalanzó sobre ella
    y recobró las armas,
    las garras, la maleza.
    Salió. Se fue dejando
    locas de amor las puertas.

    Se reanimó la fiera.

    Y espera desde entonces
    hasta que el hombre vuelva.


      [77]


    El mundo es como aparece
    ante mis cinco sentidos,
    y ante los tuyos que son
    las orillas de los míos.
    El mundo de los demás
    no es el nuestro: no es el mismo.
    Lecho del agua que soy,
    tú, los dos, somos el río
    donde cuanto más profundo
    se ve más despacio y límpido.
    Imágenes de la vida:
    cada vez las recibimos,
    nos reciben entregados
    más unidamente a un ritmo.
    Pero las cosas se forman
    con nuestros propios delirios.
    El aire tiene el tamaño
    del corazón que respiro
    y el sol es como la luz
    con que yo le desafío.
    Ciegos para los demás,
    oscuros, siempre remisos,
    miramos siempre hacia adentro,
    vemos desde lo más íntimo.
    Trabajo y amor me cuesta
    conmigo así, ver contigo:
    aparecer, como el agua
    con la arena, siempre unidos.
    Nadie me verá del todo
    ni es nadie como lo miro.
    Somos algo más que vemos,
    algo menos que inquirimos.
    Algún suceso de todos
    pasa desapercibido.
    Nadie nos ha visto. A nadie
    ciegos de ver, hemos visto.


      [78]



      GUERRA


    Todas las madres del mundo,
    ocultan el vientre, tiemblan,
    y quisieran retirarse
    a virginidades ciegas,
    el origen solitario
    y el pasado sin herencia.
    Pálida, sobrecogida
    la fecundidad se queda.
    El mar tiene sed y tiene
    sed de ser agua la tierra.
    Alarga la llama el odio
    y el amor cierra las puertas.
    Voces como lanzas vibran,
    voces como bayonetas.
    Bocas como puños vienen,
    puños como cascos llegan.
    Pechos como muros roncos,
    piernas como patas recias.
    El corazón se revuelve,
    se atorbellina, revienta.
    Arroja contra los ojos
    súbitas espumas negras.

    La sangre enarbola el cuerpo,
    precipita la cabeza
    y busca un hueco, una herida
    por donde lanzarse afuera.

    La sangre recorre el mundo
    enjaulada, insatisfecha.
    Las flores se desvanecen
    devoradas por la hierba.
    Ansias de matar invaden
    el fondo de la azucena.
    Acoplarse con metales
    todos los cuerpos anhelan:
    desposarse, poseerse
    de una terrible manera.

    Desaparecer: el ansia
    general, creciente, reina.
    Un fantasma de estandartes,
    una bandera quimérica,
    un mito de patrias: una
    grave ficción de fronteras.

    Músicas exasperadas,
    duras como botas, huellan
    la faz de las esperanzas
    y de las entrañas tiernas.
    Crepita el alma, la ira.
    El llanto relampaguea.
    ¿Para qué quiero la luz
    si tropiezo con tinieblas?

    Pasiones como clarines,
    coplas, trompas que aconsejan
    devorarse ser a ser,
    destruirse, piedra a piedra.
    Relinchos. Retumbos. Truenos.
    Salivazos. Besos. Ruedas.
    Espuelas. Espadas locas
    abren una herida inmensa.

    Después, el silencio, mudo
    de algodón, blanco de vendas,
    cárdeno de cirugía,
    mutilado de tristeza.
    El silencio. Y el laurel
    en un rincón de osamentas.
    Y un tambor enamorado,
    como un vientre tenso, suena
    detrás del innumerable
    muerto que jamás se aleja.


      [79]



    [NANAS DE LA CEBOLLA]


    La cebolla es escarcha
    cerrada y pobre:
    escarcha de tus días
    y de mis noches.
    Hambre y cebolla:
    hielo negro y escarcha
    grande y redonda.

    En la cuna del hambre
    mi niño estaba.
    Con sangre de cebolla
    se amamantaba.
    Pero tu sangre,
    escarchaba de azúcar,
    cebolla y sangre.

    Una mujer morena,
    resuelta en luna,
    derrama hilo a hilo
    sobre la cuna.
    Ríeta, niño,
    que te tragas la luna
    cuando es preciso.

    Alondra de mi casa,
    ríete mucho.
    Es tu risa en los ojos
    la luz del mundo.
    Ríete tanto
    que en el alma, al oírte,
    bata el espacio.

    Tu risa me hace libre,
    me pone alas.
    Soledades me quita,
    cárcel me arranca.
    Boca que vuela,
    corazón que en tus labios
    relampaguea.

    Es tu risa la espada
    más victoriosa.
    Vencedor de las flores
    y las alondras.
    Rival del sol,
    porvenir de mis huesos
    y de mi amor.

    La carne aleteante,
    súbito el párpado,
    y el niño como nunca
    coloreado.
    ¡Cuánto jilguero
    se remonta, aletea,
    desde tu cuerpo!

    Desperté de ser niño.
    Nunca despiertes.
    Triste llevo la boca.
    Ríete siempre.
    Siempre en la cuna,
    defendiendo la risa
    pluma por pluma.

    Ser de vuelo tan alto,
    tan extendido,
    que tu carne parece
    cielo cernido.
    ¡Si yo pudiera
    remontarme al origen
    de tu carrera!

    Al octavo mes ríes
    con cinco azahares.
    Con cinco diminutas
    ferocidades.
    Con cinco dientes
    como cinco jazmines
    adolescentes.

    Frontera de los besos
    serán mañana,
    cuando en la dentadura
    sientas un arma.
    Sientas un fuego
    correr dientes abajo
    buscando el centro.

    Vuela niño en la doble
    luna del pecho.
    Él, triste de cebolla.
    Tú, satisfecho.
    No te derrumbes.
    No sepas lo que pasa
    ni lo que ocurre.


      [80]


    Debajo del granado
    de mi pasión
    amor, amor he llorado
    ¡ay de mi corazón!

    Al fondo del granado
    de mi pasión
    el fruto se ha desangrado
    ¡ay de mi corazón!


      [81]


    El mar también elige
    puertos donde reír
    como los marineros.

    El mar de los que son.

    El mar también elige
    puertos donde morir.
    Como los marineros.

    El mar de los que fueron.


      [82]


    ¿Quién llenará este vacío
    de cielo desalentado
    que deja tu cuerpo al mío?


      [83]


    No vale entristecerse.
    La sombra que te lo ha dado.
    La sombra que se lo lleve.


      [84]


    Me descansa
    sentir que te arrullan
    las aguas.
    Me consuela
    sentir que te abraza
    la tierra.


      [85]


    Cuerpos, soles, alboradas,
    cárceles y cementerios,
    donde siempre hay un pedazo
    de sombra para mi cuerpo.


      [86]


    Suave aliento suave
    claro cuerpo claro
    densa frente densa
    penetrante labio.
    Vida caudalosa,
    vientre de dos arcos.
    Todo lo he perdido, tierra
    todo lo has ganado.


      [87]


    Los animales íntimos
    que forman tu pasado
    hicieron firme la negrura de tu pelo.
    Los animales íntimos
    que forman mi pasado
    ambicionaron con firmeza retenerlo.


      [88]


    Enciende las dos puertas,
    abre la lumbre.
    No sé lo que me pasa
    que tropiezo en las nubes.


      [89]


    Entre las fatalidades
    que somos tú y yo, él ha sido
    la fatalidad más grande.


      [90]


    Dicen que parezco otro.
    Pero sigo siendo el mismo
    desde tu vientre remoto.


      [91]


    El pozo y la palmera
    se ahondan en tu cuerpo
    poblado de ascendencias.


      [92]


    La oliva y el limón
    las desentrañaron
    desde tu corazón.


      [93]


    Tengo celos de un muerto,
    de un vivo, no.

    Tengo celos de un muerto
    que nunca te miró.


      [94]


    Quise despedirme más,
    y sólo vi tu pañuelo
    lejano irse.

    Imposible.

    Y un golpe de polvo vino
    a cegarme, ahogarme, herirme.
    Polvo desde entonces trago.

    Imposible.


      [95]


    No te asomes
    a la ventana,
    que no hay nada en esta casa.

    Asómate a mi alma.

    No te asomes
    al cementerio,
    que no hay nada entre estos huesos.

    Asómate a mi cuerpo.


      [96]


    De la contemplación
    nace la rosa:
    del amor el naranjo
    y el laurel:
    tú y yo del beso aquél.


      [97]


    Muerto mío.
    Te has ido con el verano.
    ¿Sientes frío?


      [98]


    Dime desde allá abajo
    la palabra te quiero.

    ¿Hablas bajo la tierra?

    Hablas como el silencio.

    ¿Quieres bajo la tierra?

    Bajo la tierra quiero
    porque hacia donde cruzas
    quiere cruzar mi cuerpo.

    Ardo desde allá abajo
    y alumbro tu recuerdo.


      [99]


    Querer, querer, querer:
    ésa fue mi corona,
    ésa es.


      [100]


    No te lavas ni te peinas,
    ni sales de ese rincón.
    Contigo puede la sombra,
    conmigo el sol.


      [101]


    Llama, ¿para quién?
    Llama, para alguien.
    Cruza las tinieblas
    y no alumbra a nadie.


      [102]


    Son míos, ¡ay! son míos
    los bellos cuerpos muertos,
    los bellos cuerpos vivos,
    los cuerpos venideros.

    Son míos, ¡ay! son míos
    a través de tu cuerpo.


      [103]


    Tanto río que va al mar
    donde no hace falta el agua.
    Tantos campos que se secan.
    Tantos cuerpos que se abrazan.


      [104]


    La fuerza que me arrastra
    hacia el sur de la tierra
    es mi sangre primera.
    La fuerza que me arrastra
    hacia el fondo del sur,
    muerto mío, eres tú.


      [105]


    Cuando te hablo del muerto
    se te quedan las manos
    quietas sobre mi cuerpo.

    Háblame de la muerta.
    Y encontrarás mis manso
    sobre tu cuerpo quietas.


      [106]


    No puedo olvidar
    que no tengo alas,
    que no tengo mar,
    vereda ni nada
    con que irte a besar.


      [107]


    ¿Para qué me has parido, mujer?:
    ¿para qué me has parido?

    Para dar a los cuerpos de allá
    este cuerpo que siento hacia aquí,
    hacia ti traído.

    Para qué me has parido, mujer,
    si tan lejos de ti me has parido.


      [108]


    Tú de blanco, yo de negro,
    vestidos nos abrazamos.
    Vestidos aunque desnudos
    tú de negro, yo de blanco.


      [109]


    De aquel querer mío,
    ¿qué queda en el aire?

    Sólo un traje frío
    donde ardió la sangre.


      [110]


    Rotos, rotos: ¡Qué rotos!
    Rotos: cristales rotos
    de tanto dilatarse
    en ver, odiar, mis ojos.

    Rotos: por siempre rotos.
    Rotos: espejos rotos
    caídos, sin imagen,
    sin dirección, tus ojos.


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